Resulta que están aquí, ¡toc, toc!, aquí dentro, en mi cabeza…
Las soluciones están en el cerebro y consecuentemente para llegar a ellas hay que mirar para dentro.
-Victoria Cadarso-
Hay quien vive el estrés cómo algo agónico
Hay quien vive el estrés cómo algo cotidiano, que le permite moverse a diario para sentirse vivo y activo.
Hay quien vive el estrés, sin ser consciente, sin saber que lo que se ha instalado en su cuerpo y en su mente, es … ¡estrés!. Sin tener la más mínima idea de que lo que hace que su vida sea activa y desenfrenada, es ni más ni menos que … ¡estrés!.
Para algunos de estos estresados, los días de descanso suelen ser días tristes, cansados, sin actividad… están vacíos. El malestar avanza conforme se va deslizado la tarde.
Es posible que echen de menos ese veneno y esa tensión de sus días normales. Esa normalidad que han adoptado y que se pega a su cuerpo como una segunda piel, de la que no pueden zafarse, ni saben como parar.
No todo el mundo vive igual los desafíos del estrés:
¿Cómo lo viven aquellos de carácter perfeccionista?. Aquellos que hacen horas y horas y buscan el trabajo “más que bien hecho”…
Aquellos que insisten una y otra vez en recorrer la espiral, en no cometer errores, aunque su cuerpo les avise de cansancio, desmotivación, ansiedad, insomnio, alteraciones musculares o digestivas…
O aquellos otros, que salen a su jornada diaria, de la mano del estrés, sin sentir que a su lado van de puntillas y muy cercanos, la rabia y el miedo, que les impulsa a: vamos rápido, rápido, más rápido … en piloto automático. Atrapados en la red de lo ilusorio, lo mundano, lo superficial.
Vivimos de espaldas: Estresados. Cómo si corriéramos hacia la meta… ¿qué meta? Ansiosos, angustiados, descontentos , impacientes y muy insatisfechos…
En el otro lado. Una buena medicina: El sosiego, la serenidad, la quietud. “Esa es la meta”
Hay una antigua instrucción que reza : “No hay nada que sea tan valioso como un instante de paz”.