Victoria Cadarso Team

Aplicaciones terapéuticas de la música

aceptar la realidadA continuación algunas de las posibles aplicaciones terapéuticas de la música:
La música enmascara los sonidos y sensaciones desagradables. En la consulta del dentista, por ejemplo, los sonidos que reverberan en la mandíbula y otros huesos generan un caos enorme. Una tranquilizadora música barroca puede disfrazar, e incluso anular, esos penetrantes sonidos. Evidentemente podemos aplicar estos mismos principios para repeler o anular el ruido agresivo en otras situaciones, como en el tráfico, en casa o en el trabajo.
 
La música hace más lentas y uniformes las ondas cerebrales. Se ha demostrado una y otra vez que la música y los sonidos autogenerados pueden modificar las ondas cerebrales. La conciencia normal consiste en ondas beta. Las ondas beta se producen cuando estamos concentrados en las actividades diarias del mundo externo, y también cuando experimentamos emociones negativas fuertes. La calma y la mayor percepción o conciencia se caracterizan por ondas alfa. Los periodos de máxima creatividad, meditación y sueño se caracterizan por ondas theta. El sueño profundo, la meditación profunda y el estado de inconsciencia producen ondas delta. Cuanto más lentas son las ondas cerebrales, más relajados, satisfechos y en paz nos sentimos.
 
La música influye en la respiración. La respiración es rítmica. A menos que estemos subiendo unas escaleras o acostados, normalmente hacemos entre 25 y 35 respiraciones por minuto. Una respiración más profunda y de ritmo más lento es óptima, ya que ayuda a controlar las emociones, favorece la calma, el pensamiento más profundo y mejora el metabolismo. La respiración superficial y rápida puede inducir una forma de pensar dispersa, un comportamiento impulsivo y la tendencia a cometer errores y a sufrir accidentes.
 
La música influye en el ritmo cardíaco y la presión arterial. Los latidos del corazón humano están particularmente sintonizados con el sonido y la música. El ritmo cardíaco reacciona a variables musicales como la frecuencia, tempo y volumen, y tiende a acelerarse o hacerse más lento para ir al compás de la velocidad de la música. Cuanto más rápido es el ritmo musical, más rápido será el ritmo cardíaco; cuanto más lenta la música, más lento latirá el corazón, todo dentro de una gama moderada. Como ocurre con el ritmo respiratorio, un ritmo cardíaco más lento genera menos tensión física y estrés, tranquiliza la mente y ayuda al cuerpo a curarse. La música es una pacificadora natural.
 
 
La música reduce la tensión muscular y mejora el movimiento y coordinación del cuerpo. La música no sólo la oímos por medio de nuestros oídos, sino que a través de la piel la escuchamos con todo nuestro cuerpo, ya que todos los corpúsculos nerviosos repartidos por la epidermis también son sensibles a las vibraciones sonoras y reaccionan ante los sonidos y la música. Por otra parte, el nervio auditivo conecta el oído interno con todos los músculos del cuerpo a través del sistema nervioso autónomo. Por lo tanto, el sonido y la vibración influyen en la fuerza, la flexibilidad y el tono musculares.
 
 
La música influye en la temperatura. El chirrido de una puerta, el rugir del viento y otros ruidos espeluznantes pueden producir escalofríos en la columna y poner carne de gallina. Las bandas sonoras de las películas de Hollywood son famosas por explotar estos efectos, así como por la música disonante para acompañar escenas de incertidumbre, peligro y desastre.
 
 
La música aumenta los niveles de endorfinas. Las endorfinas, que son los opiáceos propios del cerebro, han sido tema de mucha investigación médica en este último tiempo, y varios estudios recientes indican que son capaces de disminuir el dolor e inducir una “euforia natural”.
Las sustancias químicas sanadoras generadas por la alegría y riqueza emocional de la música (bandas sonoras de películas, música religiosa, bandas marciales y conjuntos de tambores) capacitan al cuerpo para producir sus propios anestésicos y mejorar la actividad inmunitaria.
 
 
La música regula las hormonas del estrés. Los anestesiólogos informan que el nivel de hormonas del estrés en la sangre baja de forma importante en las personas que escuchan música ambiental relajante.
 
La música cambia nuestra percepción del espacio. Cierta música mejora la capacidad del cerebro para percibir el mundo físico, formar imágenes mentales y reconocer variaciones entre los objetos, es decir, la música puede influir en el modo como percibimos el espacio que nos rodea.
 
 
La música cambia nuestra percepción del tiempo. Podemos elegir música para bajar nuestro ritmo o para acelerarnos. La música viva, repetitiva y marchosa puede acelerarnos el paso. La música de naturaleza clásica y barroca induce un comportamiento más ordenado. La música muy romántica sirve para aliviar un ambiente estresado. En algunos casos esta música puede incluso hacer parecer que el tiempo se detiene. Por otro lado, en un ambiente de hospital o de clínica, donde los minutos pueden parecer horas, la música viva puede hacer pasar el tiempo más rápido.
 
La música refuerza la memoria y el aprendizaje. Cuando hacemos ejercicio la música puede aumentarnos la vitalidad y lo mismo ocurre cuando estudiamos. Tener una música de fondo liviana, de ritmo sencillo (por ejemplo Mozart o Vivaldi), ayuda a muchas personas a concentrarse durante periodos más largos (a otras podría distraerlas). Escuchar música barroca mientras se estudia puede aumentar la capacidad de memorizar nombres, versos y palabras extranjeras.
 
La música favorece la productividad. Los estudios sobre la salud y la memoria en ambientes laborales han cambiado radicalmente la forma en que se usa la música en el lugar de trabajo. En un estudio realizado por la Universidad de Washington, 90 personas trabajaron en preparar y corregir un original para  la imprenta. En el grupo que escuchó música clásica liviana durante 90 minutos aumentó en un 21,3 % su eficiencia y precisión. El grupo que escuchó música del tipo radio comercial sólo mejoró en un 2,4 %.
Las personas que hicieron el trabajo en silencio resultaron un 8,3 % más eficientes que las que estaban trabajando con el ruido habitual de la oficina.
 
La música favorece el romance y la sexualidad. La música puede estimular la pasión o extinguirla. Una amiga me contó lo que ocurrió una noche en que deseaba seducir a su novio durante la cena. Todo estaba perfecto: las flores, la comida y las bebidas. En el último instante sacó un CD que imaginó vendría de perlas: la sonata “Claro de Luna” de Beethoven. ¿Qué podría ser más romántico?, pensó, evocando imágenes de parejas que pasean cogidas del brazo por las calles de París o Viena, iluminadas por la Luna. Sonó el timbre, ella pulsó el botón “play” y empezó a sonar la música. Durante los diez primeros minutos la velada discurrió impecable. Lo que olvidó ella fue que es sólo el primer movimiento de la sonata el que evoca la luz de la luna. Después la música adquiere un ritmo ligero, rápido, activo, y los dos se sintieron como si tuvieran que comer a toda prisa. Lamentablemente el tempo no los llevó al dormitorio.

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