Sí, suena raro ¿verdad? ¿Quién querría aprender a castigar? ¿Quién no sabe?
Castigar no es malo, es un medio por el cual enseñamos a nuestros hijos que cosas se pueden o no se pueden hacer, que cosas son correctas o están mal. Los niños necesitan ir aprendiendo esos límites. Dejar que un niño crezca sin límites y de manera consentida es de la peores cosas que podemos hacer por ellos.
Pero a la hora de castigar no todo vale.
- El objetivo NO es que el niño se sienta malo, defectuoso o inadecuado. No se critica su forma de ser sino una acción o conducta concreta que ha tenido.
- No se le castiga retirando nuestro amor o cariño, “como has sido malo mamá ya no te quiere” “si haces eso papá no te va a querer”. El niño debe tener la sensación de seguridad de que se le quiere, y ese amor es incondicional.
- No se le castiga con la comida, “castigado sin comer”. Comer y beber son necesidades básicas para su superviviencia, y no deben ser utilizadas como moneda de cambio. El niño, igual que con el cariño, tiene que tener la seguridad de que siempre tendrá su comida.
- No mantener el enfado mucho tiempo. Después de 3 horas no se debe seguir enfadado o sin hablar al niño. El objetivo es que el niño aprenda que algo que ha hecho no se debe hacer, pero si pasan 3 horas y sigues enfadada el niño no asocia a que es debido y lo puede achacar a si mismo.
- Evitar castigos que pueden producir vergüenza, humillación o culpa. “Si me quisieras no harías eso”