Cada vez que una persona entra en nuestra vida nos relacionamos, y en cada relación aprendemos algo, y ese aprendizaje nos hace crecer. Si tomo la metáfora de que soy una orquesta que toco una melodía u obra musical con una estructura y tono determinado y que cuando la toco me relaciono con todo lo que me escucha, no importa lo cerca o lejos. Las ondas trascienden el espacio que yo pueda ver y llegan mucho mas allá de lo que está a mi alcance entonces entenderé mi impacto en este mundo. Mi obra musical o melodía me hace manifestarme de forma individual e independiente en armonía con mi corazón y en sintonía con mi cerebro o Director de orquesta. Pero puedo tener que tocar con otra orquesta y entonces me tendré que afinar o resonar con esta orquesta. Puede que esta orquesta toque en otro clave musical o tono (frecuencia) entonces tendré que ajustar mi clave musical o tono y estructura para poder sintonizar y armonizar con esta otra orquesta y tocar en una clave musical o tono que ambos podamos manejar. Traduciendo: cuando entro en contacto con otra persona y la escucho, me impacta, la vivo-la siento-la asimilo dentro de mi, y desde ahí me manifiesto, habiendo sido impactado o afectado por la otra persona. Cuando soy capaz de vibrar con otra orquesta me armonizo, resueno y juntos creamos una obra musical diferente y más intensa a la que toco yo sólo.
Ahora bien siguiendo con la metáfora será muy difícil que yo sintonice y armonice fácilmente con un orquesta de jazz, o que toque sonatas, si yo toco sinfonía porque me costará mucho más entender su estructura. Por ello atraemos a personas que están más o menos en nuestra misma frecuencia y con las que nos podemos comunicar y sintonizar. Difícilmente podremos formar pareja con alguien que vibre en una frecuencia muy distante porque nos costará sintonizar y armonizar. Cuando dos instrumentos musicales resuenan crean una intensidad de sonido que no puede hacer uno sólo. Cuando dos personas en la pareja se encuentran crean un nosotros que es más que la suma de las partes. Esa resonancia eleva la conciencia de las dos partes.
Según Sara Paddison en su libro “The hidden power of the heart” o (el poder oculto del corazón) explica que mientras no profundizamos en nosotros mismos y nos demos cuenta de que no podemos ver la vida en términos de dualidad: blanco o negro, bueno o malo y aprendemos a relativizar tendremos relaciones de pareja de tercera dimensión.
Las parejas de la tercera dimensión se basan en la separación y en ver para creer. Viven en el miedo y la inseguridad y buscan que el otro les de seguridad creando relaciones de poder y dependencia. Los principios en los que se basa la separación y la dualidad son:
- 1) Quien tiene la información tiene el poder así que guardando información tenemos la capacidad de ejercer poder sobre el otro.
- 2) El amor es condicional, es decir que amas a alguien siempre y cuando satisfaga tus necesidades, de no ser así le retiras tu amor
- 3) Quieres imponer tus expectativas para tu pareja, quieres que tu pareja sea como a ti te gusta, agrada e intentarás hacer que se comporte como a ti te gusta
- 4) Necesitas tener el control.
- 5) Se defiende la monogamia basada en el miedo de perder al otro, lo que demuestra una falta de confianza en nosotros mismos
Si seguimos con la metáfora en las relaciones de tercera dimensión dos orquestas tocan paralelamente, a veces una tapa a la otra y a la inversa pero no logran combinar su capacidad. La conexión o el puente entre el cerebro y corazón nos coloca en la cuarta dimensión. Nos permite conectando con el amor llegar a una conciencia superior una manera de enfocar las relaciones que nos hace crecer en sabiduría y serenidad.