Todos hemos pasado por alguna experiencia de “pérdida afectiva”, es decir, hemos perdido a alguien a quien se ha estado unido, con quien se ha compartido proyectos y sueños, con quien se ha luchado hombro a hombro en las dificultades cotidianas y de quien, un día se espero que formará parte de nuestra vida “para siempre”…y no fue real.
Ante esta experiencia nos sumimos en una situación de desconsuelo y vacío, de la que, a veces, nos sentimos incapaces de salir. Es normal que desarrollemos diversos síntomas a diferentes niveles físico, emocional, cognitivo y conductual:
- Sentimientos asociados a la pérdida: tristeza, rabia, culpa, ansiedad, soledad, angustia, resentimiento, fatiga, shock, alivio, miedo, etc.
- Pensamientos asociados a la pérdida: dudas, confusión, preocupación, reproches, evocaciones del pasado, fantasías, soñar etc.
- Reacciones físicas asociados a la pérdida: vacío estomacal, presión sobre el pecho, punzadas, ahogo, hipersensibilidad al ruido, nudo en la garganta, debilidad muscular, etc.
- Comportamientos asociados a la pérdida: insomnio, cambios en los patrones de alimentación, alejamiento social, cambios en las actividades, llorar, etc.
La pregunta que surge ahora es ¿cómo reencontrarnos con el bienestar si ya nada va a ser como antes? y la respuesta es poco alentadora “no conseguiremos nunca regresar a la vida anterior, nada será como antes”. No podemos equivocarnos y deducir que siempre será peor o que por mucho tiempo que pase no podré olvidar. El primer paso necesario es aceptar que el proceso de duelo es un proceso activo y una oportunidad de aprendizaje y desarrollo personal. Recogiendo las palabras de T. Attig experto en duelo “…la pérdida de un ser querido es un acontecimiento que muchas veces no puede escogerse, y la elaboración del duelo es un proceso activo de afrontamiento lleno de posibilidades”, es decir una oportunidad para volver a aprender como es el mundo, y reconstruir una vida cuyo sentido gana en profundidad por nuestra continua conciencia de lo que tenemos, el conocimiento de nosotros mismos: quienes somos, qué deseamos, qué nos hace sentirnos bien, etc y el valor que damos a lo que hacemos.
Sanar la herida provocada por la pérdida significa vivir un proceso de duelo que ha de pasar por diferentes momentos como abandonarse al dolor, expresar aquello que sentimos a fin de liberar nuestro “espacio o camino interior ” y empezar a pensar en uno mismo y cómo enfocar, a partir de ahora nuestra existencia. Siendo con ello capaces de llevar una vida satisfactoria una vez integrada la pérdida afectiva.
Si quieres asistir a nuestro curso de DUELO: SUPERAR LAS PÉRDIDAS AFECTIVAS puedes consultar aquí toda la información: https://www.victoriacadarso.com/cursos/duelo-trabajar-las-perdidas-afectivas/