El rechazo es un maestro en el arte de dibujar fronteras. Una palabra que margina a todas las demás. Experimentarlo resulta humillante. No en vano, es tan doloroso como un puñetazo en la cara y tan infranqueable como un muro de hormigón. Para muchos, supone una condena. Nos aísla y nos aliena, encerrándonos en la cárcel del desconcierto y la inseguridad. Todos hemos visitado sus enmohecidas celdas en un momento u otro. Y la experiencia resulta tan fría y desagradable, que a menudo se instala en nuestro interior un profundo temor a repetirla. Así es como nace el miedo al rechazo, un monstruo digno de pesadilla del que huyen por igual niños y adultos.
Existen muchas formas de rechazo. Cada vez que nos mostramos vulnerables ante alguien -cuando nos atrevemos a confesar nuestros sentimientos o emociones– la posibilidad del rechazo nos acompaña. Es una especie de espada de Damocles que pende permanentemente sobre nuestras cabezas. Aparece en el seno de nuestra pareja, en el trabajo, en nuestro grupo de amigos. Es un motor poderoso que a menudo nos lleva a comportarnos de una determinada manera como estrategia de protección, para evitar su aparición. Pero ¿en qué consiste verdaderamente el rechazo?
Por lo general, el rechazo hace referencia a la circunstancia en la que una persona esexcluida de forma deliberada de una situación, conversación o relación. Hay rechazos evidentes, claramente expresados, mientras que otros tienen una naturaleza más sutil, y se manifiestan con una simple mirada o un gesto, sin que por ello resulten menos dañinos oviolentos. En esencia, existen dos tipos de rechazo. El rechazo activo, que suele expresarse en forma de ‘bullying’ o ridiculizando a esa persona; y el rechazo pasivo, que suele consistir en hacerle el vacío, ignorándola y condenándola al ostracismo.
Ambas formas de rechazo generan una reacción similar. La vergüenza, la rabia y la tristeza nos invaden como un tsunami, arrollador, destructivo, imparable. Y nos asaltan nuestros miedos e inseguridades más profundas. Como el temor a no ser suficientemente valiosos,válidos ni valorados. O el miedo a que no nos acepten ni nos quieran. Aunque cierta medida de rechazo es inevitable en un momento u otro de nuestra vida, lo cierto es que puede provocar profundas heridas psicológicas. La pregunta “¿por qué nos rechazan?” nos acosa sin descanso, mermando nuestra frágil autoestima.
Irene Orce