El rencor es un enemigo sutil, una forma de esclavitud que afecta negativamente nuestra vida y nuestras relaciones. Este sentimiento nace cuando nos tomamos un comentario, una actitud o una acción como una ofensa personal. El dolor que nos genera una situación en la que nos vemos straicionado, humillados o rechazados queda grabado a fuego en nuestra memoria, alimentando nuestro resentimiento hacia la persona que creemos que lo ha provocado. Esa herida emocional supura infelicidad, ocupa nuestra mente y absorbe nuestra energía vital. A menudo, nos lleva a tratar de protegernos para no sentir dolor de nuevo, lo que repercute nocivamente en nuestras relaciones con los demás.
¿Cómo podemos liberarnos del rencor?
Mediante el perdón. No el perdón estético, que afirma “yo perdono pero no olvido”: para disolver el rencor es necesario un perdón sentido, sincero y auténtico. El perdón va de la mano de la comprensión. De ahí la importancia de empatizar con la persona que ha causado la ofensa. Si logramos ponernos en el lugar del otro y entender cómo vive y siente, seremos capaces de dar un nuevo significado a las palabras o acciones que tanto nos afectaron. Probablemente, nos daremos cuenta de que esa persona simplemente no lo supo hacer mejor. Cuando comprendemos que nuestro particular “agresor” no actuó de ese modo por maldad, sino a causa de su ignorancia o su inconsciencia, podemos dejar caer el peso de la ofensa.
¿En qué consiste el perdón?
Consiste en liberar una cuenta pendiente, una deuda que se ha generado entre nosotros y nuestro ofensor. Cuando perdonamos, nos liberamos del rencor acumulado y dejamos que cicatricen nuestras heridas. No en vano, la raíz griega de “perdón” significa “cambiar y alterar”. De ahí que perdonar sea una oportunidad de limpiar nuestro presente, aunque la ofensa que arrastramos haya afectado nuestro pasado. Para perdonar no necesitamos estar ante nuestro agresor, es una decisión interna que nace de la comprensión y la consciencia. En última instancia, perdonar significa darnos la oportunidad de avanzar y evolucionar.
¿Por qué nos cuesta tanto perdonar?
Porque consideramos que es un regalo inmerecido que hacemos a quien nos ha agraviado. Solemos creer que perdonar a quien nos ha hecho algo “malo” es un acto de generosidad. Y a menudo, nuestro orgullo y nuestro ego se alían para que lo concedamos sólo a quien se ha disculpado previamente. Sin embargo, ¿quién sale ganando cuando perdonamos? La persona que nos ofendió se sentirá más o menos aliviada, pero nosotros nos liberaremos de una nociva carga emocional que muchas veces nos impide avanzar en nuestras relaciones. Perdonar supone abandonar el resentimiento y los deseos de venganza. Es, sin duda, el mejorregalo que podemos hacernos.