Cenar con mi mujer siempre es un placer, su campo magnético de frecuencias al juntarse con el mío me genera una serie de ondas que ponen a mi corazón, al cerebro y a mis energías sutiles en coherencia, lo que me hace desbordar tranquilidad y armonía.
La noche pasada mi mujer tenía turno en la empresa, y como amenazaba tormenta, la sugerí que se llevase el paraguas. Una vez que se marchó me dirigí directamente a la cama, me tumbé sobre la misma sin arroparme por que hacía calor, y comencé mis ejercicios de respiración que me aconsejó el profesor de yoga para conciliar mejor el sueño, y noté como mi cerebro comenzaba a emitir ondas delta. En seguida comenzaron los estruendos y las descargas eléctricas y se puso a llover. La frecuencia exterior se acopló con la mía y noté que la velocidad de vibración empezó a difuminar mi cuerpo en el espacio, hasta que mi cuerpo físico desaparecía completamente y empezaba a flotar en forma energética en el eter. De lo que más me costó fue tirar de mi conciencia para que me acompañase en el viaje, ya que siempre ha sido un tanto temerosa y sensible.
Inmediatamente salí de casa por la chimenea, pero mi doble dimensional salía por la puerta.
Mientras yo me dirigía al concierto que esa noche daban en la ópera, mi doble dimensional se dirigía a ver como Julio Cesar entraba en el Colisieum mientras le esperaban su hijo Brutus y unos amigos.
Al llegar al concierto, mi frecuencia vibracional se encandiló de uno de los violines y rápidamente me acoplé a su sonido, y estuvimos un rato paseando entre las orejas de los espectadores de las primeras filas. Mi doble al llegar a Roma se encontró un gran tumulto y gente que corría despavorida, y vio a Julio Cesar sangrando en el suelo…un sanador le imponía las manos para salvarle la vida, yo mismo me introduje a través del sanador para darle energía, pero todo fue en vano, poco a poco su aura empezó a cambiar de color y su energía sutil se volvió muy débil, hasta que vi como Julio se despedía de su cuerpo y se dirigía hacia un lugar al que nunca me he atrevido a ir.
Mientras yo, que ya me estaba aburriendo del concierto, me desencandené del sonido del violín y me dirigía a un lago que hay al lado de la opera. Me acerqué al agua y con las vibraciones que despedían el movimiento de las olas me fundí con el agua y me puse a acariciar a los peces. Mi otro yo participaba del fuego de una queimada que unas brujas había preparado para curar un mal de amores de una chica de la aldea.
Una pareja de enamorados se besaban al borde de la orilla del lago y los cristales y átomos del agua tomaron forma de corazoncitos. Al mismo tiempo las mentes de las brujas dirigían pensamientos, en forma de energía, al cerebro del amante requerido.
Llegaba ya el amanecer, dí un silvido para avisar a mi otro yo, nos juntamos encima de mi cama, y empezamos a vibrar con la energía de los primeros rayos y fotones de la luz del sol. Mi cuerpo físico lentamente empezó de nuevo a volver a su realidad.
Al llegar mi mujer a casa, yo seguía durmiendo, mi mujer se desnudó, se acostó, me abrazó, me dijo te quiero cariño, y yo recuperé una profunda armonía.
Javier Gallego