Hay una de esas citas que todos hemos oído alguna vez que siempre me llama la atención. Dice algo así como “no me arrepiento de las cosas que he hecho, me arrepiento de las cosas que no he hecho”.
No recuerdo a quien se la debemos, pero creo que su mensaje es tan poderoso que si fuéramos capaces de incorporarlo a nuestra vida, probablemente nuestra biografía se convertiría en un catálogo más variado de experiencias y aprendizajes. Y si la reencarnación existe, resolveríamos nuestro karma en muchas menos encarnaciones.
Evidentemente, el obstáculo que tenemos para hacer esas cosas que no nos permitimos es el miedo, que se presenta en dos formas: nuestra resistencia al cambio y nuestro apego a lo conocido (aunque sea lo malo conocido).
El miedo nos da el alto colocándonos una barrera muy difícil de cruzar: la imagen que tenemos de nosotros mismos, colocándonosla como una careta que nos hace sentir seguros, nos crea ilusión de permanencia y a la que acabamos completamente apegados.
¿Cuántas veces nos detenemos ante “yo es que soy así”, “yo no hago cosas como ésa” o “yo para eso no valgo”? Cuando la mayoría de las veces se trata de cosas que no sólo nos apetece hacer sino que en aquellas ocasiones que nos atrevemos a hacerlas nos provocan una profunda sensación de autorrealización.
Como cuando éramos pequeños y nos negábamos irracionalmente a probar alguna comida hasta que un día lo hicimos y nos pasamos unos cuantos meses que casi no podíamos sentarnos a la mesa sin ella.
No todos los ejemplos son tan felices. Piensa en qué es lo que no te permites. ¿Buscas pareja pero no te permites mostrarlo ni tomar la iniciativa? ¿Reclamas reconocimiento profesional pero no te permites demostrar tu valía? ¿Esperas comprensión y ayuda pero no te permites pedirla ni mostrarte vulnerable?
La imagen que tenemos de nosotros mismos condiciona todas nuestras relaciones: de pareja, profesionales, familiares, sociales,… Porque una vez que se la vendemos a los demás, los convertimos en temibles guardianes que nos señalarán con el dedo si nos atrevemos a cruzar la barrera.
El resultado de este juego es que nuestras relaciones se empobrecen y nuestra vida se vuelve anodinamente monótona. Nuestras reacciones acaban convirtiéndose en predecibles, nuestro comportamiento en mecánico y nuestras relaciones en una película que ya hemos visto y que en cuanto empieza… sabemos cómo va a acabar.
¿Cómo podemos romper este círculo vicioso? ¿Cómo recuperar la espontaneidad? ¿Cómo ampliar nuestras opciones? ¿Cómo ser más libres y vivir menos condicionados?
Artículo de Pedro Espadas
Si quieres saber más de Eneagrama haz click aquí
Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible.
La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.
Tienes toda la información de privacidad en nuestra página de política de privacidad y política de cookies.