Aunque relacionarnos es una necesidad básica como lo es el comer, beber, tener cobijo, para poder relacionarnos bien con los demás primero tenemos que aprender a relacionarnos bien con nosotros mismos. Es fundamental que yo me entienda, que yo me acepte como soy, que yo aprecie mis cualidades, que yo me preste atención. Si no lo hago y espero que la pareja me proporcione lo que yo no soy capaz de conseguir por mi mismo estoy estableciendo relaciones dependientes. Cuando se rompe una relación así la persona dependiente siente que se le va la vida porque vive a través del otro.
Lo que tenemos que aprender es que cada pareja con la que nos relacionamos nos está activando y reflejando partes de nosotros mismos. Cuando con mi pareja me siento bien es porque mi pareja despierta en mi sentimientos agradables. Por el contrario cuando con mi pareja me siento mal es porque despierta en mi cosas desagradables. En realidad soy yo la que siente emociones o sentimientos que tienen que ver con como yo vivo y experimento ciertas cosas. No necesito a mi pareja para que despierte en mi sensaciones agradables pues yo también puedo aprender a tenerlas sin necesidad de esperar a que mi pareja me las despierte. Puedo aprender a ver que cosas, situaciones, amigos, familia me hacen sentir bien y fomentarlo. Ahora bien, con quien tenemos más intimidad, con quien nos abrimos más, con quien nos mostramos mas vulnerable es con quien tenemos sentimientos más intensos y por eso cuando perdemos a la pareja pensamos que no los volveremos a sentir
Tenemos que darnos cuenta de nuestras creencias y pensamientos, dejar salir nuestras emociones y sentimientos dolorosos, y por último darle un significado a lo que nos ha pasado en esta relación para poder hacer los cambios pertinentes que me permitan vivir la siguiente relación más plenamente.
Cada relación que se nos presenta en la vida es una ocasión de aprender y de crecer. Esa persona nos va a hacer de espejo, nos va a reflejar partes de nosotros mismos que no conocíamos y que tenemos que atender. Lo que va a hacer que sea un aprendizaje que me haga crecer es que cuando se vaya esa persona yo haya integrado lo que me ha aportado, y sea capaz de seguir la vida siendo más coherente e integro.
Coherente porque aprendo a conocerme mejor, e íntegro porque empiezo a tomar conciencia de las partes o apartados que coexisten dentro de mí. Cuando lo hago empiezo a relacionar e integrarlas de manera que me siento más fuerte y seguro con quien soy, como soy, y que me hace comportarme como lo hago. Esta conciencia de mi mismo me permitirá tener relaciones todavía más sanas en el futuro porque habré aprendido e integrado mejores maneras de relacionarme con otras personas.
Como dicen los japoneses “las crisis son oportunidades”. Si no hay cambios no hay vida, la vida es un continuo cambio y hay que aprender a fluir con ella, no resistirse, quejarse, y lamentarse de nuestra suerte. Cada relación nos va a aportar un aprendizaje que nos va a enseñar a ser más fuertes, más coherentes y más íntegros.
Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible.
La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.
Tienes toda la información de privacidad en nuestra página de política de privacidad y política de cookies.