El miedo a la muerte produce avaricia.
La avaricia produce urticaria.
Ojalá nos rasquemos un día y nos salgan flores rojas.
Y no muramos del susto.
Miramos al cielo por si hay nubes. Por si hay muchas nubes, por si son negras o vienen presurosas en bandada. Sea como fuere, y aunque el sol nos queme de buenos presagios, nos abrochamos los cierres y agarramos los paraguas. Por si acaso, por si se confundió la mujer del tiempo, por si el jefe está de malas, o la chica que te gusta se va con otra. Por si hoy caen las acciones de Bankia o baja el déficit de autoestima o viene un temporal de desilusiones. Por si ocurre algo malo, algo terrible, por si acaso, por si acaso…
Háblame de la lluvia va a mojarte, va a empaparte, lleves o no paraguas. Quizá no te de miedo probar sus versos porque creas que ya lo sabes todo sobre ti, porque te sientas conforme o conformado. Te invitamos a cuestionarte, a cambiar las cosas de sitio, a darle la vuelta a lo que te reconforta. Te invitamos a mirar de frente a la tormenta, a romper los espejos de la auto-complacencia y rebuscarse un poquito más adentro. A naufragar de desamor y salvarte en el último suspiro de mar.
Que después de la tormenta viene la esperanza, la alegría de lo posible, la inocencia de lo inédito y la risa espontánea. No dejemos que los versos nos los escriban los otros, no vaya a ser que un día nos quedemos sin lluvia, nos quedemos sin nubes, nos quedemos sin cielo.
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