Esta etapa puede ser de las más interesantes de nuestra vida, siempre que lleguemos a ella con una actitud de apertura, flexibilidad, ánimo y receptivos a empezar una nueva etapa. Es la edad de jubilación, y si no nos hemos jubilado antes nos va a cambiar la vida. Pasamos de sentirnos productivos, de ser importantes por lo que generamos, por el rol o estatus que desempeñamos en nuestro trabajo, a sentir que gran parte de nuestra vida se va. Sobre todo si hemos cimentado nuestra autoestima y nuestra valía personal en lo que desempeñábamos en el trabajo.
Este es un periodo especialmente difícil para los hombres que muchas veces derivan su sensación de valía en el trabajo que desempeñan, de tener un lugar donde se sienten considerados, estimados, tenidos en cuenta y valorados. Es probable, no digo que es seguro para no presuponer, que hayan pasado más horas en el trabajo que en ningún otro lugar, incluyendo con la familia. Es común que hayan desempeñado la misma agenda día tras día, con excepción de los fines de semana y vacaciones. Levantarse por la mañana asearse, arreglarse, desayunar ir al trabajo, comer, seguir trabajando, dejar el trabajo, llegar a casa hablar con la familia o ver la tele, cenar, dormir y vuelta a empezar. Pocos habrán tenido pequeñas variaciones con respecto a lo anterior, y así día tras día. Muchas veces los fines de semana se emplean en hacer las cosas de la casa que nos se hacen durante la semana, visitar a algunos familiares y/o amigos, hacer alguna actividad agradable, sobre todo si se tienen niños y poco más, y así día tras día. Y sin embargo ahora tenemos todo el día para hacer ¿Qué?
¡Horror!, ¿Cómo vamos a llenar nuestro tiempo? Si no hemos desarrollado aficiones o hobbies en que ocuparnos los días se hacen interminables. Podemos ocuparnos en hacer cosas para la casa, la nuestra y la de los hijos si los hubiera. A lo mejor aprendemos a hacer bricolaje o aprendemos manualidades. Pero si no encontramos algo que nos llene buscaremos maneras de ocupar el tiempo ¿Tal vez metiéndonos en la vida de los demás? Las mujeres, que normalmente tenemos variadas actividades y que nos gusta compartir hablando con amistades habremos desarrollado mas relaciones sociales que nuestras parejas. Aunque también hayamos trabajado y nos jubilemos tendremos más intereses y actividades que nos mantengan ocupadas y entretenidas.
Este cambio en nuestra vida laboral nos va a afectar de lleno en nuestras relaciones de pareja, hijos, familiares. Es probable que tengamos que mirarnos cara a cara con nuestra pareja, con la que hemos convivido pero con la que nos hemos comunicado poco. Sólo para las cosas rutinarias y solo a ratitos y resulta que no la reconocemos. Nos parece que ha cambiado cuando en realidad los que hemos cambiado somos nosotros que ahora tenemos más tiempo y menos preocupaciones y podemos estar más presentes a lo que estamos. Esto va a causar crisis en la pareja porque tendremos más tiempo para relacionarnos con él/ella y tal vez nos demos cuenta de que no sabemos cómo hacerlo.
En esta etapa, “y a estas alturas” se puede reactivar el amor por la pareja y es un buen momento para viajar y disfrutar lo que no se ha podido o no se ha sabido hacer antes. Hay muchas personas que están esperando a que llegue la jubilación para hacer todo lo que no han podido hacer con anterioridad y cuando llega lo disfrutan. Pero también hay muchas otras que cuando se encuentran con la pareja frente a frente, con mucho tiempo por delante, y sin tener ningún hobby o actividad que los una se ven reflejados en su soledad mutua y surgen todos los desencuentros, los rencores, los resentimientos que se han ido almacenando a lo largo de los años porque nunca se encontraba el momento idóneo para comunicarse abiertamente y resolver sus diferencias.
Nuestras relaciones con nuestros hijos, si los hubiera, también van a cambiar porque como tenemos más tiempo tal vez queramos participar más de sus vidas. Puede que queramos influir en ellas y como están más a mano, o porque como son hijos no les queda más remedio que aguantarnos. Digo aguantarnos porque si a estas alturas todavía no nos conocemos y amamos a nosotros mismos es seguro que estaremos en la queja. Quejándonos continuamente o de lo que nos pasa, o de cómo nos sentimos, o de que lo que queremos y no conseguimos o de que no nos prestan la atención que necesitamos. No seremos buena compañía, más bien todo lo contrario.
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