Mantener una sexualidad sana

¿Cómo nos relacionamos en pareja?

La sexualidad es un proceso en continuo crecimiento, se desarrolla desde nuestro nacimiento y va cambiando según vamos madurando. De ahí la gran importancia de cultivar una educación sexual formal y seria que nos ayude a crecer como personas. Desgraciadamente estamos todavía muy lejos de tenerla, ya sea en el campo escolar o familiar; seguimos cargados de creencias difusas, de moral religiosa, de credos que se oponen al conocimiento científico y de tabúes que seguimos sin entender pero a los que nos agarramos. La educación sexual que nos llega es a través de los amigos, la televisión, las revistas, el cine…y la mayoría de las veces viene con una carga extra de violencia como guinda del deseo. Así lo demuestran las recientes encuestas a jóvenes universitarios donde no conciben una sexualidad sin agresión. Lo más curioso es que son las universitarias de género femenino las que más abogan por este tipo de relación
mezcla de dominación-sumisión. Un tema que está ahora de plena actualidad en los Congresos de Sexología.

Tal vez la actual definición de sexualidad sexual de la OMS debería estar enmarcada en las paredes de todos los institutos y de todas las universidades para que los jóvenes que empiezan a iniciarse en su propia sexualidad no olviden que: “… La salud sexual requiere de un enfoque positivo y respetuoso hacia la sexualidad y las relaciones sexuales, así como la posibilidad de obtener placer y experiencias sexuales seguras, libres de coerción, discriminación y violencia”.
Los profesionales de la salud sexual sabemos que practicar una sexualidad sana genera un alto grado de bienestar. Adquirir habilidades para su desarrollo es un aprendizaje constante, desde nuestros primeros pasos educativos hasta la vejez, momento en el que la intimidad sexual sigue siendo un pilar básico en la relación.
Cómo nos relacionamos en pareja habla de cómo hemos aprendimos a amar; repetimos patrones que creemos nos acompañarán siempre, pero reconocerlos y aceptarlos hace posible el cambio hacia nuevas habilidades relacionales. En nuestros talleres de dinámica de grupo, pretendemos mostrar la sexualidad como un estilo de comunicación sano, porque pensamos que si algo nos parece divertido, nos entran más ganas de practicarlo. La sexualidad positiva saca de manera sana nuestro niño interno. Estos seminarios ayudan a interiorizar los conocimientos teóricos adquiridos para que en la práctica podamos disfrutar de una sexualidad sana, sin coerción, libremente elegida y plenamente deseada.
En ocasiones también es necesario enseñar a “desaprender”. Factores emocionales como el estrés, el miedo, la culpa, la vergüenza o la ansiedad, son consecuencia de una inhibición hacia situaciones que pueden indicar una conducta sexual. En algunos casos puede hasta paralizar el pensamiento en torno al sexo o de forma contraria crear pensamientos recurrentes y negativos en torno a la sexualidad. Pero claro, huir de nuestros propios deseos no nos hace especialmente felices. Vemos en consulta muchos casos de personas que vienen con la demanda de una
autoestima muy baja y con el llamado “rol del espectador”. Los sexólogos definimos este rol como un factor cognitivo, donde dejamos de ser protagonistas de nuestra propia relación sexual para convertirnos en espectadores de nosotros mismos. Sí, la verdad es que suena extraño, pero es más habitual de lo que pensamos. Cuando la persona se “enfrenta” a una relación sexual la mente genera pensamientos bloqueadores del tipo “¿funcionaré bien?… ¿estaré a la altura?..” la manera de contestar a estas incisivas preguntas es paralizando el funcionamiento fisiológico, evitando que podamos excitarnos y disfrutar del acto sexual.
La comunicación con la pareja es un pilar básico en la sexualidad sana. Por experiencia sabemos que en la mayoría de las disfunciones sexuales, la mala o escasa comunicación juega un papel muy importante. Aprender a comunicarse de manera verbal y no verbal es lo que enseñamos; porque no sólo nos comunicamos con la palabra, es tan importante el tono que elegimos para dirigirnos a la pareja, el momento en que iniciamos un acercamiento, nuestra actitud corporal, la manera de acariciar. El lenguaje corporal también produce una reacción en nuestro interlocutor.
Entendemos un sexo sano y feliz no como algo únicamente orgánico, sino como una actitud donde la sexualidad adquiere un valor de calidad personal. Aprender a gestionar nuestra sexualidad significa ser responsable de nuestro placer, aceptar que no van a adivinar nuestros anhelos, pero sí que somos capaces de ayudar a descubrirlos y saber pedir lo que nos gusta. Experimentar el sexo como una diversión, centrándonos en las emociones y sensaciones que nos produce compartir nuestra intimidad y saber en todo momento que un sexo feliz y sano está solamente limitado por el respeto a los demás.

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