Cuando de repente nos sentimos muy pequeños, cuando tenemos una pataleta, cuando perdemos el control “nuestro niño interior herido” toma las riendas de nuestra personalidad y nos hace comportarnos como niños pequeños.
Esto es más frecuente de lo que imaginamos y sobre todo en momentos de mucha tensión cuando sentimos que no tenemos poder para afrontar las circunstancias que nos presenta la vida solos. Lo que sucede es que cuando tenemos una “regresión espontanea” la negamos o la reprimimos, no sin cierta vergüenza, esperando que no nos vuelva a pasar. Sin embargo toda emoción, impulso o reacción que no atendemos y procesemos (mental, emocional y corporalmente), aunque la reprimamos sigue estando activa y se va a volver a activar cuando algún elemento interno o externo nos lo recuerde.
Esta energía activa pero reprimida duele, produce dolores musculares, dolores de cabeza, dolores abdominales, en otras palabras somatizamos esa energía que son las emociones reprimidas. Normalmente nuestros “mecanismos de defensa”, que nos defienden del dolor, funcionan bien y nos evitan que lo sintamos de forma consciente pero eso no quita para que se esté manifestando de forma inconsciente y poco a poco vaya afectándonos corporalmente.
Esta energía también se puede acumular y convertir en “trauma” que es el resultado de acumular tensión emocional, sin procesarlo hablándolo, expresándolo emocionalmente y movilizando nuestro cuerpo para que no se convierta en tensiones que hagan que nuestra energía no fluya armoniosamente y se bloquee. Todo lo que no fluye se estanca y donde hay energía estancada hay problemas.
Esta energía estancada puede venir desde que somos bebés desde que llorábamos en la cuna y nadie nos atendía y aprendimos a las duras que el llorar no producía respuesta y nos tragamos el llanto y el dolor de sentirnos abandonados e indefensos. Pero estamos de enhorabuena con los adelantos en las investigaciones de la neurociencia sabemos que nuestro cerebro produce las mismas conexiones neuronales si hacemos físicamente algo, como si lo imaginamos, así pues podemos acabar situaciones inconclusas con carga emocional estancada que evitan que nuestra energía fluya libremente.
En otras palabras podemos trabajar los traumas para liberar la carga emocional contenida en ellos que nos produce bloqueos y no nos permite expresarnos libremente. Pero para trabajar el trauma conviene tener soporte y además de trabajarlo en una relación reparadora, este apoyo nos lo puede dar entender las etapas del desarrollo por las que hemos pasado y como han ido conformando capa a capa nuestra personalidad o estructura defensiva y como hemos llegado a comportarnos como lo hacemos. Ese es el trabajo de recuperar nuestro niño interior.
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