Nuestro niño interior representa tres partes de nuestro ser: nuestro auténtico ser, nuestro niño interior herido que se protege mostrando un falso ser, y el arquetipo de todo lo que podemos llegar a ser o nuestro niño interior divino. Estas tres partes conviven dentro de nosotros como partes diferenciadas e inconexas y el proceso de convertirnos en personas maduras pasa porque abracemos estas tres partes y se puedan fusionar en una, dejando atrás el dolor y las limitaciones de no habernos podido manifestar como en realidad somos.
El trabajo del niño interior es un camino de vuelta al origen, vuelta a reconectar con nuestro autentico ser que se quedó relegado en el proceso de desarrollarnos como personas, para podernos adaptar a las exigencias de nuestros padres, hermanos, profesores y otros adultos significativos. Sanar a nuestro niño interior supone trabajar a tres niveles: entender las experiencias vividas, liberar el dolor de las emociones bloqueadas movilizándolas y a partir de ahí cambiar nuestra actitud y comportamiento para con nosotros mismos.
Supone aprender a ser compasivos con el dolor que pasó nuestro niño mientras intentaba encajar en el entorno que le había tocado para que no le abandonaran y dejaran solo e indefenso. Implica aprender a apreciar nuestra forma de ser con “lo bueno y lo no tan bueno” nuestro dolor. Aprender a ser empáticos haciendo que nuestra parte adulta pueda intentar sentirse como ese niño en ese entorno y así deje de juzgarle, criticarle, y repudiarle y pueda abrazarle y sanarle.
Trabajar el niño interior se puede hacer en terapia individual, en terapia de grupo o también se puede hacer en grupos de personas que también se quieren trabajar sus niños interiores entendiendo el proceso de desarrollo, liberando las emociones y haciendo cambios en las actitudes y comportamientos.
Cuando somos capaces de conectar y abrazar a nuestro niño interior sentimos que nuestro dolor se diluye y poco a poco nos va abandonando. Cuando lo hace sentimos que nos vamos reconciliando con nosotros mismos, que nos entendemos, aceptamos con lo bueno y con lo no tan bueno y empezamos a ser conscientes de que podemos ser lo que queremos ser, mostrarnos tal cual somos, sin tener que estar escondiéndonos detrás de la máscara de nuestro ego (estructura defensiva) o personalidad. Esto nos hace ser más flexibles, mas comprensivos, amorosos, y estar mas abiertos a relacionarnos con los demás desde la autenticidad.
Si quieres profundizar más y conocer mejor a tu niño interior te invito a asistir al taller residencial que haremos en verano, más información haciendo click aquí