Las emociones pueden tener diferentes intensidades, podemos sentir un exceso de emoción, como una escalada de ira, o un defecto de emoción como la falta de reacción ante estímulos que normalmente nos harían reaccionar, como no poder llorar en una muerte de un ser querido. Para conseguir un estado óptimo tenemos que ser consecuentes o coherentes con lo que sentimos, es decir el poder expresar lo que nos están indicando nuestras emociones. Si alguien nos produce enfado poder expresarlo asertivamente sin tener una sobrerreacción. Si sentimos pena poder expresarlo y cambiar nuestro estado por uno de alegría o contento.
Con la ayuda de tus emociones reaccionas automáticamente en la comprensión que tienes de las circunstancias que te acontecen y nos ayudan a responder de forma automática a señales del entorno que nos preparan para la acción.
Según la hipótesis de Antonio Damasio, un importante neurofisiologo y Premio Príncipe de Asturias 2005, en su libro “En busca de Spinoza” respecto de las emociones, dice que hay 3 tipos de emociones: las emociones de fondo (que es la cantidad de energía disponible), las emociones básicas, que son el miedo, el enfado, la tristeza, la alegría, la sorpresa y el disgusto y las emociones sociales que explicamos más adelante. Tomando los distintos tipos de emoción en consideración, él define la emoción de la siguiente manera: “Una emoción propiamente dicha, como la alegría, la tristeza, el miedo o el enfado es una colección compleja de respuestas neuronales y químicas que forman un patrón distintivo”
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