¿Alguna vez te has sentido como si tu cuerpo siguiera funcionando en modo automático, pero por dentro ya no estuvieras? Como si la vida te arrastrara, las exigencias se multiplicaran, y tú solo pudieras decir: “No puedo más, pero tengo que seguir”.
Eso, querido estrés, no es solo estar agobiad@. Es una señal del cuerpo, la mente y el alma, que dice: “así no puedo vivir mucho más tiempo”.
Pero tranquilo, este no es un texto para asustarte, sino para ayudarte a entender qué es el estrés de verdad, por qué nos pasa, qué consecuencias puede dejar (incluso tiempo después), y cómo empezar a salir de ahí.
Spoiler: el estrés no es solo tener muchas cosas que hacer
Vamos a romper un mito: el estrés no viene solo porque tengas una agenda apretada o muchos frentes abiertos. Eso influye, claro, pero el estrés profundo nace de lo que crees sobre ti mismo cuando enfrentas esos retos.
Desde la psicología humanista, entendemos el estrés como una desconexión interna: entre lo que realmente eres y lo que sientes que deberías ser. Y eso duele. Mucho.
¿Por qué nos estresamos tanto?
Puede que creas que simplemente “te toca vivir así”. Pero hay razones emocionales de fondo, que a menudo no vemos. Aquí van algunas de las más comunes (y dolorosas):
1. Sentir que no vales
Sí. Esta es una de las causas más profundas. Cuando tienes una autoestima frágil, cualquier situación exigente —exámenes, trabajo, relaciones, familia— puede hacerte sentir que no das la talla.
Y entonces, entras en modo “tengo que demostrar que puedo”, forzándote más de la cuenta, queriendo agradar, hacer todo perfecto. Pero en vez de aliviar el miedo, lo empeoras. El estrés se convierte en una lucha por validarte.
2. Miedo al juicio o al rechazo
Vivimos tratando de agradar, de no defraudar, de cumplir expectativas. Y si alguna parte de ti cree que “si no cumples, te dejan de querer”, el estrés se vuelve tu sombra diaria. Te lleva a dar más de lo que puedes, y a no escucharte nunca.
3. Necesidad de control
El estrés también llega cuando no aceptamos que no todo depende de nosotros. Si eres de esas personas que necesitan tener todo bajo control para sentirse segur@s, el más mínimo cambio puede activar una tormenta interna.
4. Desconexión emocional
¿Y si simplemente no te das cuenta de lo que sientes? Vamos tan rápido que muchas veces ni registramos que estamos mal. Solo seguimos. Pero el cuerpo no se calla para siempre: empieza a hablar con insomnio, dolores, irritabilidad, bajones, ataques de ansiedad… hasta que lo escuchas.
El estrés no aparece de un día para otro. Tiene fases. Si las conoces, puedes detectar en qué punto estás y hacer algo antes de que te pase factura.
Las fases del estrés: como empieza el lío
1. Fase de alarma: el cuerpo dice “¡peligro!”
Tu sistema nervioso entra en alerta: sube la adrenalina, se acelera el corazón, tu atención se enfoca solo en “resolver”. Si es puntual (como un susto o una entrega urgente), no pasa nada. Pero si se mantiene…
2. Fase de resistencia: finges que todo está bien
Aquí ya llevas tiempo estresad@, pero tú sigues con tu vida como si nada. Empiezas a dormir peor, tienes cambios de humor, pierdes el disfrute, pero te dices: “no puedo parar ahora”. Y sigues.
3. Fase de agotamiento: el sistema colapsa
Tu cuerpo y mente ya no pueden más. Aparecen síntomas más serios: ansiedad, dolores físicos, tristeza, desconexión emocional, problemas digestivos, insomnio, crisis de sentido. Es como si algo dentro de ti se apagara.
¿Y si crees que ya pasó… pero no?
Aquí viene una parte que casi nadie te cuenta: a veces el estrés no se va del todo, solo se esconde.
Crees que lo has superado porque has cambiado de trabajo, ha pasado la crisis, te has tomado unas vacaciones… Pero tu cuerpo y tu sistema nervioso siguen cargando el impacto. Y entonces, unos meses (o incluso años) después, aparecen cosas que no sabes de dónde vienen:
- Miedo a conducir
- Fobia a los ascensores o a espacios cerrados
- Ataques de ansiedad sin razón aparente
- Insomnio, palpitaciones, sensación de alerta constante
- Problemas de concentración o memoria
- Dificultad para relajarte aunque todo esté bien
¿Te suena? No estás loc@. Es el efecto tardío del estrés acumulado. Tu cuerpo guardó la tensión para “sobrevivir” en su momento, y ahora que puede relajarse, empieza a soltar todo lo que no pudo procesar.
La recuperación: no se trata de volver a como estabas, sino de volver a ti
Recuperarse del estrés no es solo dormir más o tomarte un finde libre. Es un proceso profundo, que implica reconectar contigo, sanar desde dentro y aprender a vivir de otra manera.
Aquí te dejo las fases más importantes de esa recuperación:
1. Reconocer que algo te ha pasado
El primer paso es dejar de normalizar lo que te estaba quemando por dentro. No, no era “una mala racha”. Era un sistema de alerta que duró demasiado. Validar lo que viviste ya es una forma de empezar a sanarlo.
2. Descansar de verdad
Y no hablamos solo de dormir más. Hablamos de descansar de las exigencias, del juicio interno, del hacer constante. Parar. Respirar. No tener que demostrar nada. Permitirle al cuerpo resetearse.
3. Autoconocimiento: la brújula que te devuelve a ti
El estrés suele alejarnos de lo que somos. Vivimos cumpliendo y sobreviviendo. Por eso, una parte clave de la recuperación es volver a escucharte:
¿Qué necesitas?
¿Qué te gusta?
¿Dónde estás forzando?
Y si no sabes cómo empezar ese viaje, no tienes por qué hacerlo solo.
Trabajar con un profesional puede marcar la diferencia.

En este punto, te recomendamos especialmente a Victoria Cadarso y su equipo de psicólog@s que trabajan desde la psicología humanista, integrando lo más actualizado en técnicas terapéuticas como la Psicología Energética y sus herramientas como:
- Emotional Freedom Technique (EFT)
- Eye Movement Integration (EMI)
- Somatic Experiencing (SE)
- Trauma Releasing Exercises (TRE)
Son técnicas enfocadas en liberar el estrés y el trauma directamente desde el cuerpo, sin tener que revivir lo doloroso, y te ayudan a reconectar contigo mismo, recuperar tu equilibrio y aprender a vivir con más calma y alegría.
4. Nuevas herramientas para una nueva forma de vivir
Salir del estrés no es solo “superarlo”, sino aprender a no volver al mismo patrón. Algunas herramientas que puedes integrar de forma sencilla y por tu cuenta son:
- Respiración consciente y pausas activas
- Mindfulness o atención plena
- Movimiento corporal libre, yoga. Taichi, chi-kung
- Journaling (escribir lo que sientes cada día)
- Aprender a poner límites y decir “no” sin culpa
- Redefinir tus prioridades y tu ritmo
- Hacer cosas que te conecten con el placer y la alegría
El mensaje final: no estás rot@, estás sobreviviendo
Si has sentido que el estrés te supera, que se te va la vida intentando cumplir, agradar o sostener todo… no estás rot@. Estás agotad@ de tener que ser quien no eres.
Y aunque ahora no lo veas claro, hay otra forma de vivir: con calma, con autenticidad, con disfrute. Recuperar tu energía, tu confianza y tu capacidad de estar en paz es posible. Pero no se hace solo desde la mente, sino desde el cuerpo, el alma y el acompañamiento amoroso.
Si necesitas ayuda, pídela. Si estás cansado de cargar con todo, suéltalo. Si quieres volver a ti, empieza con un paso pequeño.
Porque la vida no es para sobrevivirla. Es para disfrutarla.