La llamada inteligencia emocional surgió como reacción a la creencia que había que controlar las emociones, que la razón tenía que ser capaz de hacerlas frente. Como contra reacción surgió la creencia que había que expresar todas las emociones, y finalmente se llego a integrar ambos extremos creando el aprendizaje en Inteligencia Emocional que habla de 5 competencias principales (las descritas por Goleman).
El propósito o el objetivo de hacer caso a la emoción es conseguir el equilibrio, porque cada emoción y sentimiento tiene una función importante a la que conviene que atendamos. Además cada emoción tiene su propio valor (positivo o negativo) y significado. Es necesario distinguir entre las diferentes emociones y ver lo que nos están indicando, unas nos estarán impulsando hacia la acción, otras nos conviene enfrentarlas, otras que hace falta expresarlas, y otras que hay que profundizar en ellas.
Por ello es importante entender cuál es la función de la emoción, cual es el lado positivo y el lado negativo de la emoción, qué nos puede estar indicando y qué podemos hacer para superarla.
¿Quién no ha tenido una reacción de rabia ante el comportamiento de alguien que nos ha sacado de nuestras casillas y luego nos hemos lamentado de nuestra reacción? ¿Cuántos de nosotros sentimos tristeza o pena y nos sentimos victimas de nuestra suerte? ¿Cuántas veces hemos sentido ansiedad o miedo de hacer determinadas cosas como hablar en público, ir a una entrevista de trabajo, o de relacionarnos con otros, etc. y lo hemos pasado tan mal que tememos volver a tener que enfrentarnos a situaciones parecidas?
Para dar respuestas a todas estas preguntas tenemos la Inteligencia Emocional. Si quieres profundizar sobre esto haz click aquí